Connections2011 - Reporte del Rabino Joshua Kulloc

Durante la semana pasada tuvimos la posibilidad junto a Eduardo Moel de participar de la convención bienal del WUPJ, la cual se llevó a cabo en la ciudad de San Francisco.
La convención contó con la presencia de unas 250 personas, provenientes de todo el mundo y con la participación de rabinos y expositores de primer nivel.
La representación latinoamericana - liderada por nuestros amigos del WUPJ-LA - fue, con excepción de los asistentes norteamericanos, la delegación mas grande, con 30 personas, principalmente de Brasil y Argentina.
Durante la convención, Eduardo tuvo a su cargo la coordinación de una sesión sobre ecología, y yo participe de una sesión sobre patrilinealidad y otra sobre el progresismo latinoamericano, presentando el logro de nuestro majane regional. A posteriori, resulto que el panel sobre patrilinealidad genero repercusiones en la prensa, llegando incluso una nota en el JTA a ser portada del periódico durante los pasados días (ahora mismo es portada en la sección dedicada a Jewish Life).
Mas allá de estos espacios educativos, el comité organizador del evento nos invito a presentar lo hecho en nuestra región en un plenario especial dedicado a todas las regionales que componen al WUPJ.
Uno de los puntos mas significativos para nosotros en este evento - como su nombre lo indica - fue el hecho de habernos conectado con mucha gente. En este sentido, por ejemplo, tuve la posibilidad de conocer al rabino Haim Beliak, quien durante el año pasado estuvo por varios meses trabajando en nuestra comunidad hermana de Surinam. Al comentarle de nuestros comentarios semanales a la Parasha, surgió la idea de que - si vuelve a la region - sume su voz y sea parte del equipo de escritores.
Por otro lado, conocí a Maoz Haviv, director ejecutivo de Netzer Olami, con quien estuvimos platicando sobre la posibilidad de hacer un encuentro de jóvenes universitarios en la región. En paralelo, y a partir de las conversaciones con Dalya Levy - directora ejecutiva de Arzenu, el brazo sionista del movimiento reformista - hemos sido invitados a convocar a nuestros jóvenes (25-35 años) para que formen una red mundial e incluso algunos de ellos/as puedan viajar a Israel a mitad de año para formarse y compartir una experiencia de estudio y convivencia con sus pares.
Por último, y en referencia a nuestras relaciones con la WUPJ-LA, ellos confirmaron que tienen la intención de hacer su convención regional para junio o agosto del 2012, lo cual fue un logro ya que en principio lo querían hacer en abril o mayo, quedando muy cerca de nuestro encuentro en Guadalajara, a fines de enero del año próximo. La WUPJ-LA también está planeando otras actividades, las cuales nos harán saber conforme vayan adquiriendo forma y consistencia.
Desde ya, agradezco a la UJCL quien me dio la oportunidad de realizar este viaje de representación, el cual creo que fue sumamente productivo para nosotros y nuestra región.
Saludos y bendiciones!
JK

PD: En la foto pueden ver a los rabinos Fabian Zaidenberg (Buenos Aires), Roberto Graetz (Lafayette, Ca.), Hillel Athias-Robles (Londres) y Sergio Margulis (Rio de Janeiro) y a representantes y dirigentes de otras comunidades del mundo.

Parashat haShavua: KI TISA 5771

Shemot - Éxodo 30:11-34:35
15 de Adar I, 5771 – 19 de febrero, 2011

Rabino Mario Gurevich
Sinagoga Beth israel, Aruba

En el texto de esta semana se relata el famosísimo episodio del becerro de oro.  Solo algunas semanas después de la Revelación de Sinaí, y ante la ausencia de Moshé, quien subió al monte pero no ha regresado, el pueblo pide a Aarón la fabricación de un dios que los lleve de regreso a Egipto (Éxodo 32:1).

Hay un punto en esta historia que nunca he logrado comprender a cabalidad. La Revelación, tal como está descrita en la Torá, fue un evento grandioso y sublime, a ratos terrorífico y, sin duda, apabullante; destinado a no poder ser olvidado por nadie que hubiera tenido el privilegio de estar presente, esto es, todo el pueblo de Israel.

Y sin embargo, solo unas pocas semanas después son necesarias para que la ausencia de Moshé lleve al pueblo no solo a olvidar lo visto y vivido, sino a cometer una terrible apostasía. Olvidan que han oído directamente la voz de Dios; olvidan que Este se les ha presentado como el Dios que los sacó de la tierra de Egipto y de la casa de servidumbre, y deciden construir un ídolo de metal, para que precisamente les sirva de guía en el camino de retorno a Egipto y a la esclavitud.  Claro que podríamos recurrir a la frase de Ajad Haam, quien decía que “fue más fácil sacar a los judíos de Egipto, que sacar Egipto de los judíos”.

Siendo ello cierto, sigo sin encontrar explicación a esa amnesia colectiva, y máxime a tan corta distancia en tiempo de los eventos relatados.  La única explicación que encuentro es que olvidar la experiencia de Dios es inherente al ser humano, quien puede tener una extraordinaria memoria para otras cosas, pero no para los grandes eventos del espíritu.

Pienso que, eventualmente, también nosotros experimentamos pequeñas revelaciones aquí y allá, en las mil y un maneras que Dios tiene para mostrarse a Sí mismo. En el nacimiento de nuestros hijos, cuando experimentamos el milagro de la vida; frente a una puesta de sol, en que apreciamos la belleza y armonía del universo; en una noche estrellada, cuando no podemos evitar sentir nuestra pequeñez ante la magnitud de las constelaciones.

Pero rápidamente olvidamos esas sensaciones, casi que experiencias místicas, y retornamos a lo cotidiano y frecuentemente intrascendente. De alguna manera, también recurrimos a crearnos falsos dioses, que nos conduzcan a sitios en que razonablemente no quisiéramos tener que estar.

El pueblo de Israel que salió de Egipto pasó, casi sin solución de continuidad, de la mayor experiencia sagrada de pueblo alguno al nivel más bajo de conducta soez y de desmemoria.

¿Será que ello es una constante histórica?  ¿O un patrón genético?
¿Será que Dios ya no se manifiesta, o que nosotros lo seguimos olvidando a la misma velocidad que nuestros ancestros?

Tal vez debiéramos hacer pequeños ejercicios de memoria cotidianos, para tratar de recordar cuándo fue la última vez, ayer quizás, que sentimos en nosotros la presencia de Dios.

Shabat Shalom.

Parashat haShavua: KI TISSA 5771

Shemot - Exodus 30:11-34:35
15 Adar I 5771 – February 19, 2011

Rabbi Mario Gurevich
Beth Israel Synagogue, Aruba

In this week’s parashah, we read the famous episode of the golden calf.  Only a few weeks after the Revelation at Sinai, and in the absence of Moses, who went up the mountain but has not yet returned, the people ask Aaron to make them a god that will take them back to Egypt (Ex. 32:1).

There is something in this story that I have never understood.  The Revelation, as it is written in the Torah, was a grandiose and sublime event, terrifying from time to time, and always overwhelming; destined to not be forgotten by anyone who had the pleasure of being witness, that is, the entire people of Israel
.
However, just a few weeks later, Moses’ absence causes the people to forget not just what they saw and experienced, but to commit a terrible apostasy as well.  They forget they have heard God’s voice directly; they forget that He presented Himself as the God who took them out of the land of Egypt and the house of servitude, and so they decide to build a metal idol, for the purpose of guiding them on their return journey to Egypt and slavery.  Of course, we could resort to Achad Ha’am’s words, who said, “It was easier to bring the Jews out of Egypt than to draw Egypt out of the Jews.”

This being true, I still cannot find any explanation for that collective amnesia, and especially at so short a distance in time to the events told.  The only explanation I can find is that forgetting the experience of God is inherent in human beings, who can have an extraordinary memory for other things, but not for the great events of the spirit.

I think that eventually, we too experience small revelations here and there, in the thousand and one ways that God has to show Himself: in the birth of our children, when we experience the miracle of life; before a sunset, when we appreciate the beauty and harmony of the universe; in a starry night, when we cannot help but feel our smallness before the magnitude of the constellations.

But we quickly forget those sensations, those almost mystical experiences, and go back to our day-to-day and often insignificant ways.  Somehow, we resort to the creation of false gods, to guide us to places where we reasonably don’t really want to be.

The people of Israel who went out of Egypt moved, smoothly and almost immediately, from the greatest sacred experience of any nation to the lowest level of coarse conduct and forgetfulness.

Is this, perhaps, a historical constant?  Or a genetic pattern?
Is it that God no longer manifests Himself, or that we continue forgetting Him, as quickly as our ancestors?
Perhaps we should do small daily memory exercises, to try to remember the last time – maybe yesterday? – when we felt God’s presence in ourselves.

Shabbat Shalom.